Un reciente estudio del Basel Institute on Governance ofrece nueva evidencia respecto del Behavioral Compliance aplicado a la concientización, que podrían ser tomados para construir un plan de comunicación y capacitación con mejores chances de éxito si lo que buscamos es influir positivamente en la conducta de los colaboradores. Las intervenciones que se enfocan en las normas sociales y buscan alejar los comportamientos de las personas de las prácticas corruptas podrían ser más efectivas y duraderas que las que, por ejemplo, simplemente agregan más regulaciones y controles. Los hallazgos del informe sugieren que, a la hora de diseñar campañas de concientización, es recomendable: 1) Evitar el uso de información normativa genérica; 2) Abstenerse de reforzar la negatividad al enmarcar la corrupción; 3) No descuidar la articulación de teorías de cambio detalladas y empíricamente informadas; 4) Utilizar preferentemente la información del contexto social concreto; 5) Hacer que la información normativa sea relevante para el contexto; 6) Identificar estrictamente los objetivos de la intervención. El mensaje principal, entonces, es que los enfoques anticorrupción deben definirse de manera limitada en su alcance, centrándose en patrones concretos de corrupción que sean relevantes para el contexto.
Por Raúl Saccani.
Tanto el sector público como el privado recurren cada vez más a las ciencias del comportamiento como herramientas alternativas para abordar la corrupción sistémica. Un estudio actualizado del Basel Institute on Governance analiza en evidencia reciente (2016-2022) que describe cómo ciertas normas sociales y modelos mentales impulsan la corrupción, particularmente en contextos frágiles. Las intervenciones que se enfocan en las normas sociales y buscan alejar los comportamientos de las personas de las prácticas corruptas podrían ser más efectivas y duraderas que las que, por ejemplo, simplemente agregan más regulaciones y controles. Sin embargo, hasta ahora, pocos programas anticorrupción a gran escala se han basado en el comportamiento, en parte debido a la falta de evidencia sobre dónde sería apropiado dicho enfoque, qué funciona y qué no.
Esa evidencia está disponible lentamente, gracias a un aumento en los últimos cinco años en lo que se puede llamar estudios de intervención de Normas Sociales y Cambio de Comportamiento (NSCC). Muchos han producido efectos positivos y demuestran el potencial de las intervenciones de NSCC para abordar la corrupción sistémica, pero algunos estudios han encontrado efectos contraproducentes.
El estudio resume un conjunto de explicaciones conductuales (es decir, percepciones y peligros) de por qué algunos de estos enfoques NSCC han fallado mientras que otros han sido efectivos, proporcionando evidencia para ayudar a desarrollar programas efectivos y evitar errores comunes.
Los nueve estudios experimentales de NSCC seleccionados se enfocan en la "comunicación para el cambio de comportamiento" en dos modalidades:
- El uso de información aplicable a la educación pública anticorrupción y campañas de concientización.
- Aprovechamiento de los elementos de la sociabilidad, con un cambio de lo individual a lo colectivo ( por ejemplo , redes de pares) como puntos de entrada para provocar el cambio.
El contenido de cada tratamiento (entendido aquí como un enfoque probado) en los estudios de NSCC revisados, se ha clasificado según tres criterios de revisión principales:
a) Tipo de información empleada:
- Normativa (genérica). Tal información invita a las personas a hacer un juicio de valor sobre un problema como la corrupción de manera genérica. La idea básica detrás de este uso de la información normativa es transmitir que la corrupción es mala, pero por lo general sin agregar muchos matices.
- Normativa (contextualizada). Dicha información es normativa, hace juicios de valor sobre la corrupción, pero adaptados al contexto. Por lo general, enfatiza problemas o patrones de corrupción concretos y localmente relevantes.
- Socialmente sensible. Dicha información es sensible y responde a contextos sociales concretos. Es empíricamente fáctica, aborda temas específicos que son importantes para el público objetivo y apela a elementos de la sociabilidad como afiliaciones grupales, normas sociales colectivas y expectativas compartidas.
b) Tipo de encuadre de los mensajes empleados:
- Negativo: Información caracterizada por un tono negativo, por ejemplo, aludiendo a los costos de la corrupción o a los altos niveles de corrupción prevalecientes.
- Positivo: Información que destaca historias de éxito en la lucha contra la corrupción, que comunica la esperanza de que el cambio es posible.
c) Amplitud de los grupos destinatarios de la intervención prevista:
- Amplio: Los mensajes anticorrupción están destinados a grupos grandes e indiferenciados, a menudo a toda la población.
- Estrecho: los mensajes anticorrupción se adaptan a grupos definidos de manera limitada, como estudiantes, padres, trabajadores de la salud, etc.
Las intervenciones que se consideraron en esta revisión se clasificaron como exitosas o no exitosas de acuerdo con las conclusiones a las que llegaron los autores. De los nueve estudios:
- Seis mensajes probados que se utilizarán para la concientización masiva: Todos estos estudios tienen un tono más bien negativo en sus conclusiones, y señalan los efectos “contraproducentes” potencialmente adversos de los mensajes anticorrupción genéricos.
- Esto contrasta marcadamente con los tres estudios de intervención que aplicaron una lente de normas sociales, todos los cuales lograron cierto grado de cambio positivo en relación con las normas de corrupción percibidas entre los grupos objetivo.
Conclusiones que surgen de los hallazgos
Evitar el uso de información normativa genérica
En los estudios de intervención hay 13 tratamientos que utilizan información normativa de manera muy similar: todos enmarcan diversos temas relativos a la corrupción haciendo énfasis en:
- El significado general de corrupción aclarando tipos (por ejemplo, corrupción menor o mayor) y definiciones, así como las consecuencias (negativas) de la corrupción a nivel regional, para la sociedad en su conjunto, o para ciertos grupos demográficos como los estudiantes.
- La ubicuidad y omnipresencia de la corrupción.
- Tendencias negativas de la prevalencia de la corrupción a nivel nacional.
Para atraer a una audiencia lo más amplia posible, la corrupción a menudo se enmarca en estos tratamientos como un problema general en términos que todos puedan entender. En varios casos, esto significa centrarse en las definiciones, así como en las causas y consecuencias de la corrupción. Las campañas de educación pública tienen como objetivo motivar a las personas a la acción al crear conciencia sobre la gravedad de los problemas que genera la corrupción. A menudo, esto se articula a través de una combinación del uso de información cargada de valores sobre los males de la corrupción y enmarcando la corrupción como un fenómeno generalizado.
Los estudios empíricos sugieren que tales enfoques a menudo resultan contraproducentes porque, en lugar de impulsar a las personas a la acción, confirman e incluso exacerban las creencias generalizadas sobre la inevitabilidad y la normalidad de la corrupción. Esto puede reforzar una sensación de inutilidad entre las audiencias objetivo, haciendo que elijan la apatía en lugar de la acción. Efectivamente, esto significaría que la conciencia de la gente sobre la corrupción sí aumenta, pero de manera adversa en la dirección del fatalismo y la inacción.
Abstenerse de reforzar la negatividad al enmarcar la corrupción
Otra explicación complementaria tiene que ver con el tono de los mensajes anticorrupción. Definible como la cualidad afectiva intrínseca de un evento, objeto o situación, el tono de los mensajes de corrupción es por defecto negativo. El estudio analiza si los mensajes se han enmarcado en un tono positivo, negativo o neutral en cada uno de los tratamientos revisados. El hecho de que ninguno de los tratamientos de información enmarcados negativamente haya sido efectivo habla por sí mismo.
Enfatizar mensajes demasiado negativos lleva a que el término corrupción se cargue tanto con asociaciones mentales negativas que no sólo acorta los efectos deseados de persuasión o aprendizaje, sino que se presta a la explotación y manipulación partidista. Otras áreas de comunicación específicas sobre corrupción corroboran esto.
No descuidar la articulación de teorías de cambio detalladas y empíricamente informadas
Los tratamientos revisados también sugieren que las metas y objetivos de intervención más generales y vagamente definidos se asocian con resultados fallidos. Esto sugiere la importancia de definir estrictamente el alcance de una intervención, así como pensar explícitamente cómo se espera que ocurra cualquier cambio. Se debe reflexionar adecuadamente sobre el papel del contexto en la configuración tanto de los comportamientos corruptos como de los supuestos sobre el cambio de comportamiento que prevén las intervenciones anticorrupción.
La elección del contenido de la intervención debe resonar en las audiencias objetivo.
Utilizar preferentemente la información del contexto social concreto
En general, los tratamientos que tenían como objetivo actualizar las normas sociales sobre la corrupción fueron efectivos. Esencialmente, la mayoría de estos tratamientos llevaron a las personas a pensar de manera más positiva que es posible un cambio de actitud y comportamiento frente a la corrupción. En este sentido, estos estudios indican que, para inculcar y reforzar un sentido de cambio colectivo, el uso de información que sea relevante en relación con contextos sociales concretos resulta crucial. Dicha información debe ser empíricamente fáctica y abordar temas específicos que resuenen con el público objetivo.
Para mejorar la eficacia de los tratamientos relacionados con las normas sociales, es fundamental que la información difundida sea lo más creíble posible. En contextos de poca confianza y poca cooperación puede resultar relevante dar a conocer una tendencia positiva, como una disminución regional de los sobornos, aunque puede implicar citar una fuente confiable (como, por ejemplo, un informe de cierta institución pública) para aumentar la credibilidad de la afirmación.
Hacer que la información normativa sea relevante para el contexto
Los mensajes normativos pueden funcionar si se adaptan a audiencias objetivo específicas. Esto implica enmarcar mensajes sobre la corrupción de tal manera que resuenen con un grupo demográfico específico (como los estudiantes) o un público objetivo local (como una comunidad). Por ejemplo, uno puede enmarcar problemas de corrupción en el sector de la educación y, al hacerlo, adaptar efectivamente los mensajes a una audiencia de intervención limitada afectada por un patrón particular de corrupción. En particular, dicha campaña no se dirige a toda la población y tiene un alcance más limitado.
Alternativamente, se pueden enmarcar las formas locales de corrupción como un problema de la comunidad, vinculando piezas de información normativa sobre corrupción con problemas o asuntos que preocupan a los ciudadanos.
Identificar estrictamente los objetivos de la intervención
No todos los patrones de corrupción son igualmente relevantes o factibles de abordar. Por lo tanto, el enfoque de cualquier intervención anticorrupción y sus tratamientos debe elegirse estratégicamente y ser estrecho, centrándose en modalidades específicas de corrupción que ocurren regularmente en patrones repetidos. Esto también incluye encontrar el lugar de intervención correcto, es decir, dónde y con quién se lleva a cabo la intervención, que refleje adecuadamente dónde y cómo ocurre la corrupción. Idealmente, los tipos de corrupción a los que se apunta, así como los resultados esperados de la intervención, también deberían ser relevantes para sus respectivos contextos. Dichas elecciones deben surgir de un juicio operativo informado, claramente articulado en la teoría del cambio del programa.
Un enfoque estrecho en las normas y/o prácticas reales de corrupción que se sabe que las audiencias de intervención experimentan debe ir de la mano con la selección de un lugar de intervención comunal, cultural y/o sectorial. Ejemplo: Dirigiéndose a un grupo demográfico específico de proveedores de servicios para experimentar normas sociales de reciprocidad que incentivan la entrega de obsequios, una práctica común convertida en el sector de la salud de determinado país. Se trata de adaptar el diseño de la intervención para dirigirse a grupos estrechamente definidos de proveedores y usuarios de servicios de salud. Es probable que esta focalización estrecha contribuya a la resonancia entre las audiencias de intervención.
En resumen, los hallazgos del informe sugieren: a) abordar específicamente conductas corruptas concretas que están claramente dirigidas en los lugares exactos donde ocurren; b) hacer que los mensajes normativos sean localmente relevantes, nuevamente identificando de manera estrecha el tipo de corrupción que está siendo atacado. Ambos enfoques tienen como objetivo hacer que la programación resuene con los grupos objetivo previstos y los beneficiarios de la intervención.
El mensaje principal, entonces, es que los enfoques anticorrupción deben definirse de manera limitada en su alcance, centrándose en patrones concretos de corrupción que sean relevantes para el contexto. Un diseño de intervención minucioso debe especificar las vías a través de las cuales se espera que los elementos de la intervención provoquen un cambio en los comportamientos objetivo. Alentar la interdisciplinariedad en la prueba de enfoques empíricos puede ser útil para desarrollar modelos basados en evidencia que puedan arrojar luz sobre cómo los sistemas pueden transitar de un equilibrio de alta corrupción a uno de baja corrupción.
A medida que se prueban más enfoques de intervención anticorrupción de NSCC, se alienta a los profesionales a comunicar de manera transparente sus resultados, así como descripciones detalladas de sus metodologías. Solo compartiendo experiencias, exitosas o no, se puede ampliar la base de evidencia para informar decisiones de programación más efectivas y se pueden aprender lecciones importantes.
Bibliografía:
Stahl, Cosimo, 2022. “Behavioural insights and anti-corruption: Executive summary of a practitioner-tailored review of the latest evidence (2016–2022)”. Basel Institute on Governance. Disponible en: https://baselgovernance.org/publications/behavioural-insights-and-anti-corruption