Criminalidad de los poderosos y los problemas que no pueden compartir

Las actitudes, motivaciones y racionalizaciones para llevar a cabo las conductas irregulares distinguen a la criminalidad de los poderosos. Estas conductas muchas veces se mantienen en secreto, mientras se apropian de lo ajeno, motivados por problemas cuyo origen no pueden compartir con otras personas, en particular, la violación de las obligaciones atribuidas, dificultades resultantes de errores personales, inconvenientes derivados de una caída en los negocios, contrariedades resultantes de aislamiento físico, incremento de estatus social y los problemas derivados de la relación empleador-empleado. La percepción del defraudador de no poder compartir su problema económico es una de las tres aristas del conocido “triángulo del fraude” de Cressey. Por otro lado, una investigación reciente ha encontrado relación entre los antecedentes penales de los ejecutivos y el costo de sus casas y automóviles, vinculando al materialismo y la propensión a romper las reglas con el fraude, el tráfico de información privilegiada y las actividades comerciales de riesgo. Las organizaciones deberían prestar más atención ala conducta personal ala hora de elegir a sus líderes. Entender a fondo estas circunstancias será relevante para que los Compliance Officers puedan analizar los determinantes de los riesgos de fraude y corrupción, que luego permitirán moldear los elementos de los Programas de Integridad.

Por Raúl Saccani.

Edwin Sutherland fue el célebre sociólogo estadounidense que en la década del 40 acuña el término “White Collar Crime” para referirse a ilícitos penales cometidos por sujetos de elevada condición social en el curso o en relación con su actividad profesional. Revolucionó la criminología al alertar que las explicaciones tradicionales sobre el fenómeno criminal eran inválidas, principalmente porqué derivan de muestras sesgadas que no incluyen vastas áreas del comportamiento criminal de personas no pertenecientes a las clases más bajas.

Sutherland plantea la hipótesis, como un sustituto de las teorías convencionales, que la criminalidad de cuello blanco es aprendida en directa o indirecta asociación con aquellos que ya practican el comportamiento. El autor explica que el aprendizaje de la conducta criminal ocurre mediante la interacción con otras personas en un proceso de comunicación. Por lo tanto, el acto criminal no podríatener lugar de no haber existido la interacción con otros individuos, en un grupo en el que se comparten afinidades. Este proceso de aprendizaje que destaca Sutherland tiene influencia en dos áreas específicas: las técnicas para cometer el delito y las actitudes, motivaciones y racionalizaciones para llevar a cabo la conducta. Es así que los empleados desleales influenciarán a algunos leales para inducirlos a cometer el ilícito. No obstante, esto funciona en forma recíproca: los leales también pueden influir a los desleales.

Sutherland nos hace reflexionar sobre la importancia del buen gobierno corporativo en las organizaciones y la difusión de los códigos de conducta como medida preventiva de la delincuencia de cuello blanco. Ello, por supuesto, sumado a las revisiones periódicas para evaluar su grado de cumplimiento. Mantener el denominado tone at the top, se presentaría como una de lasmedidas fundamentales para evitar las conductas irregulares en elmanagement.

En efecto, aunque el compromiso de calidad sea descrito en la estrategia de la organización, en las comunicaciones, la descripción de puestos, el proceso de evaluación de desempeño, etcétera, si el mensaje transmitido por la alta dirección no se traduce en una forma de vida corporativa donde genuinamente se predique con el ejemplo, la probabilidad ocurrencia de conductas relacionadas con los delitos de cuello blanco se ve sustancialmente incrementada.

Donald Cressey fue una de las figuras centrales de la criminología en el siglo XX. Sociólogo, educador, editory autorpolíglota, Cressey fue sin duda uno de los más brillantes discípulos de Sutherland en la Universidad de Indiana durante los años 1940. Cressey decidió que enfocaría la tesis de su doctorado en criminología en los defraudadores, particularmente en relación con la malversación de activos. Dada la importancia y el impacto de su trabajo, cabe hacer una referencia al contexto social, histórico y político para entender por qué tuvo tanta influencia en la sociedad y el mundo académico.

La evolución del campo de la sociología tuvo un impacto significativo en la obra de Donald Cressey. En primer lugar, de parte de su maestro, amigo y mentor: Edwin H. Sutherland. En segundo lugar, debido al momento histórico en que se producía un cambio de paradigma en el pensamiento criminológico, a partir del cual se abandonaba la idea de que la delincuencia era el resultado de la pobreza, la discriminación racial y otras privaciones. En efecto, el consenso de la doctrina sociológica de la época fue que la única estrategia eficaz y moralmente defendible para reducir la delincuencia era atacar sus raíces con programas que pusieran fin a la pobreza y redujeran la discriminación. Esto vino acompañado de un considerable aumento de la demanda de investigación social aplicada, para ayudar al gobierno de los EE.UU. a desarrollar en la práctica lo que los sociólogos teorizaban.

Si bien la obra de Sutherland tuvo gran relevancia para Cressey, el discípulo siguió su propio camino cuando se internó en el estudio de los malversadores, a quienes definió como “violadores de confianza”. Cressey estaba especialmente interesado en las circunstancias que llevan a los defraudadores caer en la tentación. Al cabo de su investigación había desarrollado el modelo clásico, aún vigente, para definir al delincuente profesional.

Cressey define a los defraudadores como “personas de confianza que tienen un problema financiero que no pueden compartir, y que son conscientes que este problema se puede resolver en secreto mediante la violación a esa posición de confianza. Entonces, ajustan su concepción de sí mismos y de la situación, así como la de los propietarios del dinero o bienes confiados al defraudador”.Cressey decía, además, que “las personas fiables se convierten en violadores de confianza cuando tienen un problema financiero que no pueden resolver por sí mismos, y encuentran que tomar el dinero ajeno puede ser una solución factible, justificando la conducta al aplicar ciertos razonamientos que transforman esavisión de personas fiables a una visión de personas que usan los fondos o bienes confiados”.

Con los años, la hipótesis de Cressey devino en el conocido “triángulodel fraude”cuya primera arista representa la percepción del defraudador de no poder compartir su problema económico. La segunda, la oportunidad percibida, y la tercera, la racionalización de su conducta.

El papel que juega el hecho de no poder compartir el problema es fundamental. Dice Cressey: “cuando se le pidió a los defraudadores que explicaran por qué se abstuvieron de violar la confianza cuando estuvieron en otros cargos, estos contestaron: (a) no había necesidad de ello esa vez; (b) nunca se me pasó por la cabeza; y (c) pensé que era deshonesto entonces, pero esta vez no parecía deshonesto”. Sigue Cressey informando que “en todos los casos de violación de confianza el defraudador consideraba que su problema financiero no podía sercompartido con otras personas que, desde un punto de vista más objetivo, podrían haberle ayudado en la solución del problema”.

Los defraudadores no pueden compartir su problema porque, según entienden, el origen del mismo podría recibir reproche por parte de las personas, por ejemplo, cuando el problema financiero tiene origen en una adicción. El individuo considera que no puede confesar este problema y decide mantenerlo en secreto, mientras soluciona su problema financiero tomando dinero que no le pertenece.

Cressey divide estos problemas financieros “no compartibles” en seis subtipos básicos: la violación de las obligaciones atribuidas, problemas resultantes de errores personales, problemas derivados de una caída en los negocios, problemas resultantes de aislamiento físico, incremento de status social y los problemas derivados de la relación empleador-empleado.

La violación de las obligaciones atribuidas

La mayoría de los empleados que gozan de la confianza de sus empleadores consideran que, además de ser honestos, para mantener dicha posición deberán ajustar sus conductas a ciertos estándares éticos considerados apropiados en el marco de la cultura en la que sedesarrolla la relación. Es decir, mantener la confianza implicará comportarse de manera “aceptable”. Piensan que la fidelidad resultará afectada si confiesan problemas tales como el juego, el uso de drogas, la infidelidad y otras conductas repudiadas por la sociedad.

Cuando las personas incurren en deudas o de alguna otra manera llegan a estar obligados como consecuencia de la conducta socialmente incorrecta, con frecuencia consideran que estas deudas deben ser mantenidas en secreto, los que las convierte en un problema financiero no compartible.

Los problemas resultantes de errores personales

Otro tipo de problema que a menudo se define como no compartible es aquel en que la persona se siente culpable o responsable en forma personal. Algunos problemas financieros urgentes pueden ser considerados como el resultado de “condiciones económicas adversas” o de “causas de fuerza mayor”, pero otros son considerados como el producto de decisiones equivocadas o de fallas en el planeamiento. Debido a que teme la pérdida de la confianza, el individuo evitará admitir el hecho que el problema es una consecuencia de su “mal juicio”, entonces acudirá a la defraudación para cubrir sus propios errores. El orgullo profesional hará que el sujeto no pueda reconocer una falla que implicaría una pérdida de estatus.

Dificultades derivadas de una caída en los negocios/problemas de mercado

Esta categoría difiere de la anterior en que el problema tiene un origen externo, por ejemplo, la recesión o la inflación que afectan a la economía en un momento dado y, por ende, también al negocio, no siendo capaces de resolver los problemas inherentes a este clima de negocios tormentoso. Usualmente, el optimismo juega en contra de estos sujetos que no pueden reconocer el problema a tiempo.Incluso tratándose de una circunstancia ajena a su esfera de actuación, el sujeto decide encubrirla, apelando al fraude, para mantener intacto su estatus en la organización.

Inconvenientes resultantes del aislamiento físico

En este caso, el defraudador simplemente carece de alguien de su confianza con quien compartir el problema. Cressey describió esta categoría como situaciones en las que se aísla a la persona de aquellas que le puedan ayudar. La pandemia de COVID-19 ha sido paradigmática no sólo en el sentido del aislamiento físico sino del contacto necesario para generar la confianza que permita compartir estos asuntos sensibles.

Incremento de status social

En las categorías anteriores el defraudador intenta mantener su estatus social. En esta, por el contrario, intentará escalar posiciones. Usualmente se la describe como “vivir más allá de las posibilidades”, aunque tiene raíces más profundas. El problema surge cuando el individuo advierte que no puede estar a la altura del grupo social al que pretende pertenecer, y su problema no puede ser compartido por cuanto no puede renunciar a sus aspiraciones ni obtener los símbolos de estatus que confirmarían su pertenencia. Entonces, el problema no se limita a mantener cierto nivel de vida, sino a obtener los símbolos de un estatus social al que, de otra forma, no podría acceder.

Durante mucho tiempo, hemos creído que un gobierno corporativo sólido es suficiente para evitar la mala conducta de los ejecutivos. Sin embargo, una nueva investigación muestra que los comportamientos de estilo de vida pueden significar problemas para las empresas, independientemente de las medidas de seguridad existentes. Aiyesha Dey, profesora asociada de Harvard Business School, ha investigado la relación entre los antecedentes penales de los ejecutivos y el costo de sus casas y automóviles. Su investigación ha vinculado el materialismo y la propensión de un individuo a romper las reglas con el fraude, el tráfico de información privilegiada y las actividades comerciales de riesgo. Aiyesha dice que las organizaciones deberían prestar más atención al comportamiento personal al elegir a sus líderes.

Los problemas derivados de la relación empleador-empleado

Por último, Cressey describe los problemas resultantes de la relación entre el empleado y su empleador. El más común, de acuerdo con el autor, es el empleado que rechaza el estatus otorgado por la organización (por considerarlo inferior) pero, a la vez, se siente incapacitado de abandonarla para ir en busca de algo mejor. El resentimiento se incrementa cuando el individuo tiene la sensación de no estar siendo compensado en forma justa, sea por un sueldo bajo, por trabajar demasiado o por no estar suficientemente reconocido su aporte.Cressey afirma que el problema no puede compartirse debido a que implicaría poner en riesgo su estatus en la organización.

Desde que Cressey finalizó su investigación en los años 50 obviamente la estructura social ha cambiado. Pero la reacción del empleado que enfrenta una presión financiera inminente no ha sufrido alteraciones: debe hacer algo para aliviar la carga. Pero no será suficiente el mero hurto del dinero, también deberá asegurarse de ocultar las pruebas que lo incriminen. El hecho de revelar la conducta irregular implicaría también admitir el problema financiero que la provocó. La defraudación en sí misma no será lo que cree la necesidad de mantener todo en secreto, sino justamente las circunstancias previas que llevaron al sujeto a actuar de ese modo. Entender a fondo estas circunstancias será relevante para que los Compliance Officers puedan analizar los determinantes de los riesgos de fraude y corrupción, que luego permitirán moldear los elementos de los Programas de Integridad.

Bibliografía:

Nota del autor: Los puntos de vista y opiniones de Raúl Saccani en este artículo son realizados a título personal y no en representación de la Universidad Austral, el IAE Business School, el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de CABA o Deloitte S-LATAM y afiliadas. En ningún caso podrá ni deberá considerarse la información, análisis y opiniones brindadas en todo o en parte de esta obra como asesoramiento, recomendaciones u opiniones profesionales o legales. El lector que necesite tomar decisiones sobre los temas aquí tratados deberá asesorarse específicamente con profesionales capacitados que evalúen las características, normas legales y conceptos aplicables a su caso específico.