Regulaciones tienen un valor más allá de si mismas

 

Regulaciones no suelen ser bien recibidas. Los Compliance Officers se quejan de ellas: Son demasiadas, son complejas, no son claras, son burocráticas y tienen una tendencia a crecer, y a multiplicarse. Parece que todas las semanas hay una regulación nueva, actualizada o modificada. En las encuestas entre Compliance Officers en todo el mundo, las regulaciones y su aplicación se nombran como sus mayores preocupaciones.

Las regulaciones no caen del cielo sin motivo, son la respuesta a problemas detectados. Quizás no sean siempre la mejor respuesta, pero sin un manifiesto problema de la vida empresaria no existirían. Tipicamente llegan (tarde) para evitar repeticiones de comportamiento inadecuado. Así pasó con el FCPA que fue la respuesta a una ola de casos de corrupción de empresas de los EEUU en el extranjero, así fue con Sarbanes Oxley después del caso Enron y así es con todas.

Se puede dar vuelta a la queja de los Compliance Officers: Las regulaciones protegen a las empresas de sus propias falencias. Sin comportamiento inadecuado del lado empresarial no habría (tantas) regulaciones y los Compliance Officers no se tendrían que quejar de ellas.

La mala noticia es que las regulaciones están creciendo, invaden nuevas áreas como la protección de datos y se profundizan en otras como en la Prevención de Lavado de Activos. Se vuelven más sofisticadas como en la lucha contra la corrupción, y se actualizan  complejizan en su intento de ganar algún día su carrera contra las falencias en el comportamiento empresarial. Su mera administración ya es costosa y su aplicación a veces difícil de implementar y controlar.

Probablemente por esta razón las compañías las ven como molestias con las cuales hay que cumplir, como con cualquier otra imposición de afuera: Con el esfuerzo mínimo necesario.

Cumplir con las regulaciones es una buena idea, pero ver en ellas solo una molestia con la cual hay que cumplir mínimamente, es perder una oportunidad (ver aquí).

Las regulaciones son un indicio para dónde va el viaje: Dónde están los problemas de compliance hoy, en que áreas están creciendo o modificándose y dónde el Estado va a poner mayor atención regulatoria. Si las empresas ven a las regulaciones como un incentivo para diseñar e implementar buenas prácticas se adelantan a la próxima ronda de actualización de la regulación y se ahorran los problemas relacionados con correrlas de atrás, a las apuradas y con costos adicionales.

No sentarse como último pasajero que apenas llega al último vagón del tren de las regulaciones, sino subirse a su locomotora confiere ventajas. No solo protege mejor los intereses de la organización y la aleja del borde con pérdidas de reputación y consecuencias legales y financieras de un incumplimiento. Permite mirar no solo al presente sino hacia adelante, anticipándose al cumplimiento de lo que viene en temas de regulaciones. Menos riesgos y menos estrés para los Compliance Officers y el resto de la organización. Pero también un paso importante para cumplir con el rol del Compliance Officer como “trend spotter” para la Alta Dirección, que le permite no solo ver qué formas de hacer su negocio ya perdieron aceptación, sino también cuales parecen aceptables hoy, pero están en riesgo y cuales son las condiciones esenciales para que una forma de negocio sea considerada válida en un futuro próximo. Analizando varios escándalos corporativos en las últimas décadas, muchos de ellos tienen su causa en la falta de un “trend spotter” quien advirtió a la Alta Dirección sobre los cambios en el entorno y la seriedad con la cual nuevas y más estrictas regulaciones iban a ser aplicadas.

Todo un tema en estos tiempos, donde aparecen (no tan) nuevos aspectos con renovado vigor como el propósito de la empresa (Aquí) o la triple bottomline.

En resumen: Ver las regulaciones de compliance cómo una oportunidad para prepararse para el futuro y no solo como una molestia tiene sus ventajas.