Hace pocas semanas discutimos en un taller del Centro de Gobernabilidad & Transparencia del IAE sobre el estado de Compliance en las empresas. Como era de esperar, las interpretaciones divergían en muchos puntos. Sin embargo, en algunos temas, especialmente los desafíos para los Compliance Officers, hubo bastante coincidencia de visión. La más importante: Compliance no está muerto (ni siquiera “casi”). Los (no de todo convincentes) logros y progresos del trabajo de Compliance en las organizaciones desafían a las organizaciones, sus directivos, pero sobre todo a los responsables de compliance (o de Integridad o Ética & Compliance, o como se llame el área) a luchar por, o asegurar algunas condiciones de trabajo del Compliance Officer.
Estas condiciones hacen por un lado a su integración con el negocio: El Compliance Officer ciertamente no es un “super” ejecutivo que ve y decide en todo lo que el día le trae. Su rol es (entre otros aspectos) el de una suerte de “trendspotter” que ve y advierte sobre cambios en lo que la sociedad espera y acepta en temas de comportamiento empresarial y el de un “enabler” e “influencer” para darles lugar a los valores de la organización en las discusiones y decisiones en la compañía. A tal fin, se requiere que tenga un asiento en la mesa chica de conducción para tener conocimiento del conjunto de los negocios y poder advertir sobre tendencias y riesgos de Ética & Compliance a tiempo, también cuando se modifican modelos de negocio o se discuten nuevos modelos, cosa que en los actuales tiempos de irrupciones tecnológicas pasan con mayor frecuencia. Así se ganan la posición a nivel estratégico de la compañía que exige el Departamento de Justicia de los EEUU para los Compliance Officers efectivos (ver acá).
Por el otro lado, estas condiciones necesarias hacen a su personalidad y forma de trabajo: tienen que ser rebeldes. No se ha usado con frecuencia esta expresión en el tema y menos en la discusión del taller, sin embargo, constituye el trasfondo de lo que contribuyó en mucho a avivar la discusión: El Compliance Officer arrinconado en la esquina legal, defendiendo solo la observación de normas y regulaciones no cumple con su rol estratégico. Se necesita a personas capaces y con ganas de quebrar estas limitaciones originales de la profesión para no correr siempre detrás de los cambios que vive el mundo de los negocios y las compañías. Sólo si son rebeldes salen de la defensiva y se convierten en motores de negocios éticos y así más alejados de riesgos financieros, legales y reputacionales.
El mundo se torna cada día más incierto y los problemas que enfrentan individuos y empresas son cada vez más complejos. Las regulaciones suelen llegar (demasiado) tarde y muchas veces no sabemos orientarnos en un mundo tan complejo y, para peor, polarizado. Los “Rebeldes” (o se sienten así) se adaptan más rápidos a las condiciones nuevas porque les encantan situaciones nuevas y demandantes. Su curiosidad les ayuda a ser ágil y flexible.
Las Compañías tienen un sinnúmero de reglas y normas, empezando con el código de conducta hasta las incontables políticas y procesos. Una vez que están, sirven de ancla en el trabajo diario. Esto es bueno y es malo: nos anclan en el pasado y automatizan pensamientos y decisiones. Algunas seguramente merecen ser quebradas o al menos cuestionadas.
Quizás ayuda preguntarse periódicamente:
¿Cuándo me fijé por última vez si la sociedad exige un cambio en la modalidad de hacer negocios de mi empresa?
¿Cuándo cuestioné mi rol actual en la compañía?
¿Cuánto contribuyo al Tone at the Top?
¿Cuántas veces argumento con aspectos éticos y cuantas veces con sólo regulaciones?
¿Cuántas veces cuestiono el status quo de ciertas costumbres en la compañía?
Un ánimo rebelde ayuda en esta tarea.