¿Qué tienen en común ChatGPT, las pastillas DRF y el Compliance?

Podríamos pensar que ChatGPT y las pastillas DFR, golosinas que siguen deleitando a generaciones de argentinos, a primera vista no tendrían que nada que ver. Pero lo primero que encontramos es que (casi) nadie tiene la menor idea qué significan sus siglas. Aun así, de la misma manera en que las DRF son irresistibles, también lo es el potencial del GPT. Contrario a las DRF, que no generan adicción, algunos expertos sostienen que los seres humanos nos volveremos completamente dependientes de la inteligencia artificial. Aquí entra en juego el Compliance, cuando lo que está en discusión es el futuro de un mundo empresarial que respete la dignidad humana desde el punto de vista de las nuevas tecnologías.

ChatGPT (generative pre-trained transformer) es un chatbot de inteligencia artificial que puede conversar con los Compliance Officers sobre cualquier tema que se les ocurra. Es capaz de responder a las preguntas más profundas, seguir el hilo de la conversación, diseñar entrenamientos contando historias y mucho más. ¿Tentador, no?

Las pastillas DRF son unas golosinas argentinas que se venden desde 1914 y que tienen un sabor irresistible. Pequeñas, redondas y blancas, las de anís son mis preferidas. Su creador, Darío Rodríguez de la Fuente, es DRF.

La inteligencia artificial llegó para quedarse porque, en sentido metafórico, funciona de manera parecida al azúcar en nuestro cerebro. Se activan los circuitos de recompensa liberando dopamina y serotonina, nos hace sentir bien, nos da energía y nos motiva a repetir la experiencia. Cada vez que usamos el chatbot nuestro cerebro recibe una dosis de satisfacción que nos hace querer más.Considerando que la evolución lo desarrolló para ahorrar energía, la inteligencia artificial parece venir a solucionarnos buena parte del trabajo.

Pero cuidado, el ChatGPT (por ahora) también alucina: en uno de los prompts me dijo que “Las pastillas DFR son unas tabletas efervescentes que se disuelven en agua y que tienen un sabor dulce y refrescante”.

La Inteligencia Artificial (IA) es un arma de doble filo. Aunque tiene el potencial de revolucionar industrias y mejorar la eficiencia, también trae consigo riesgos y desafíos significativos. Desde la perspectiva de Compliance, es crucial entender y mitigar estas amenazas potenciales, asegurando un uso responsable y ético de la IA.

La implementación de un marco de trabajo para la IA es fundamental para abordar los posibles riesgos y equilibrar los beneficios de la IA con los valores sociales, la transparencia y la responsabilidad. Sin embargo, incluso el marco más fiable puede ser desafiado por las complejidades inherentes a la IA. Las respuestas pueden parecer a veces inexplicables, planteando preguntas de cumplimiento ético y legal. Por lo tanto, es importante adoptar marcos que enfaticen la explicabilidad y la conciencia del contexto.

Además, los cambios legales en torno a la IA pueden crear dificultades de cumplimiento. Un ejemplo es la reciente exclusión del entrenamiento de IA de las regulaciones de derechos de autor en ciertos países, que puede plantear cuestiones complejas sobre los derechos de propiedad intelectual. Los oficiales de cumplimiento deben mantenerse al día con estos cambios, asegurando que las aplicaciones de IA de la organización respeten todas las leyes aplicables.

El poder transformador de la IA puede impulsar cambios sociales profundos, alterando las normas y prácticas establecidas. El desafío reside en adaptarse a estos cambios y asegurar que los sistemas de IA se mantengan alineados con las normas sociales y regulatorias en constante evolución. Un tema polémico es la vigilancia en el lugar de trabajo. Las organizaciones pueden monitorear continuamente el comportamiento de los empleados, lo que plantea preocupaciones sobre la privacidad. La importancia de encontrar un equilibrio entre garantizar el cumplimiento regulatorio y respetar los derechos de privacidad es primordial.

La IA necesita ser transparente y responsable de sus respuestas. Sin embargo, su complejidad inherente a menudo puede resultar en procesos opacos, lo que representa riesgos significativos y requiere mecanismos de auditoría sólidos. Los desafíos regulatorios, dice uno de los artículos consultados, son similares a los de la aviación comercial, dado el factor de riesgo asociado con la IA. El cumplimiento en este campo en rápida evolución requiere marcos regulatorios dinámicos y una alineación continua con los estándares.

A pesar de estos desafíos, la IA sigue siendo una herramienta. Como oficiales de cumplimiento, nuestra responsabilidad es garantizar su uso responsable, ético y legal. La promesa de la IA puede cumplirse mediante la implementación de sólidos marcos de trabajo, manteniendo las consideraciones éticas y las regulaciones estrictas, equilibrando los beneficios potenciales con los riesgos inherentes.

Frente a todo esto, es fundamental que los oficiales de cumplimiento se sientan inspirados a explorar las herramientas de IA. El poder transformador de estas tecnologías, bien utilizado, puede ser un aliado poderoso para mejorar la eficiencia y la eficacia de las funciones de cumplimiento. A través de la comprensión y la mitigación activa de los riesgos asociados, podemos aprovechar las oportunidades que la IA presenta para redefinir y mejorar nuestras prácticas de cumplimiento.

Por supuesto, como en todo, hay que usar ChatGPT y las pastillas DRF con moderación y responsabilidad. No queremos abusar de ellos ni descuidar otras áreas de nuestra vida. Pero tampoco hay que negarse a disfrutarlos. Así que ya sabes: es hora de probar ChatGPT (y, de paso, comer una DRF).

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