Mujeres son más honestas que hombres. ¿o no es así?

 

Si las mujeres son más honestas que los hombres, se abre un camino importante en la lucha contra la corrupción: Con más mujeres en posiciones de funcionario público y/o de ejecutivos en empresas con exposición a riesgos de corrupción habría menos corrupción. El tema se discute acaloradamente desde hace 20 años. En resumen, la respuesta es “ni”. Las investigaciones en las ciencias sociales difícilmente terminan con resultados indiscutibles. Pero no importa: Todos están de acuerdo que, con más mujeres hay menos corrupción.

En una investigación de Anand Swamy et al con el título “Gender and Corruption” publicada en 2000, se demuestra que mujeres están menos involucradas en esquemas de corrupción y no condonan corrupción con la misma facilidad que hombres. Niveles de corrupción son menores en países dónde mujeres son más presentes en altas posiciones de la función pública. (Ver aquí).

Entre otros, el U4 Anti-Corruption Resource Centre llega, en un estudio de 2018, a conclusiones y recomendaciones muy similares (acá).

Otras investigaciones no llegaron a confirmar estos resultados. Para citar solo una investigación, en “Gender and corruption: The neglected role of culture” los autores sostienen que controlando mejor algunas de las variables, no se encuentra una correlación significativa para poder sostener que mujeres son más honestas que hombres y, por ende, menos corruptas.(Ver acá).

En el artículo “Gender and Corruption: lessons from Laboratory Corruption Experiments “ se encuentra, no solo un buen resumen de la discusión con muchas fuentes, sino también, una investigación que muestra un camino interesante para la lucha contra la corrupción (acá).

El artículo resume las conclusiones que permiten las investigaciones y experimentos llevados a cabo a lo largo de muchos años así:

  1. Mujeres no necesariamente son más honestas que hombres
  2. Mujeres reaccionan más fuertemente al riesgo de ser descubiertas
  3. Mujeres son menos dispuestas a establecer la relación de confianza necesaria para actos corruptos
  4. Hombres tienden a cumplir con el pagador de un soborno aún cuando es inmoral frente a la sociedad (reciprocidad positiva) y, a la vez, están más dispuestos a denunciar al funcionario que no ha cumplido con lo prometido (reciprocidad negativa).

Estas conclusiones son buenas noticias para la lucha contra la corrupción: Más mujeres en posiciones decisivas en la administración pública, así como en empresas pueden contribuir a bajar los niveles de corrupción. Quizás, no porque sean más honestas (pero quizás también por esta razón), sino por su mayor aversión a asumir riesgos por temor a ser descubiertas.  Su mayor aversión al riego en general (que las hace tomar mejores decisiones, por ejemplo, en situaciones de estrés – (ver acá)  hace esperar que prefieran evitar los riesgos inherentes a los actos de corrupción.

Además, y quizá más importante, es el hecho que todo acto de corrupción, por la imposibilidad de su enforcement a través de medios legales, requiere la confianza mutua entre el pagador y el receptor del soborno en que se va a cumplir con el pacto ilegal. Como mujeres están menos dispuestas a entrar en tal relación de confianza, van a ser menos dispuestas a cometer un acto de corrupción por no poder confiar en su cumplimiento.

En resumen: Aparte de su importancia por otras razones como la igualdad de género y la calidad de las decisiones, un mayor rol de mujeres en posiciones decisivas en la Administración Pública y en las empresas, tiene un efecto positivo sobre los niveles de corrupción. Sea por su mayor integridad o por otras razones: Lo importante es el resultado.

Las investigaciones realizadas sobre la temática dejan como toda investigación en las ciencias sociales un cierto margen de incertidumbre. Esto no invalida sus resultados, sino solo demuestra la necesidad de seguir el camino con investigaciones y experimentos en temas relacionados como, por ejemplo, el comportamiento de grupos y si (y cuantas) mujeres en grupos harían una diferencia.